Por Esteban Vallone
Octubre de 1967. La Higuera, Bolivia. Una vez más, la injusticia salía de cacería. Un asesinato. Ernesto, lo habían llamado sus padres; unos amigos lo rebautizaron Che.
Certeras balas y la posterior humillación parecían no ser suficientes para matar al gigante. Su alma seguía en pié, desafiante como siempre. Sus ojos así lo afirmaban. El aroma a revolución, a igualdad, persistía en el aire, prolongando así la pesadilla de los "pocos con mucho". Algo más deberían hacer.
Comprendemos entonces que el asesinato del Che, desde su ocurrencia, fue manipulado con el fin de separarlo del resto de los mortales. Fue convertido en un "bronce" para alejarlo de la gente. Para ubicarlo en un lugar inigualable e inalcanzable. Sobre todo inigualable. Para convertir su vida y obra en un mito, segmento borroso entre la verdad y la fantasía. Para deshumanizarlo y así, aunque parezca imposible, matarlo por segunda vez.
Una foto, una remera, una bandera, mas fotos, mas remeras, obras de arte de pronunciado mal gusto. Un rostro que, no por casualidad, se comienza a repetir. Tantas veces que logra pasar casi desapercibido, separándolo criminalmente de su ideología. Un ícono vacío, representante de una tímida rebeldía; nostalgia de alguien que quiso y no pudo.
Aberrante fue el primer asesinato; aberrante y peligroso el segundo. Peligroso porque atentó (y sigue atentando) infinitamente más contra la humanidad que el primero. No tiene otro tenebroso fin que el de alejarnos de poder comprender algo muy sencillo y hasta intuitivo: si existió una persona así, puede existir otra. Sí puede, aunque quieran hacernos creer lo contrario. O aunque ya nos hayamos convencido.
Si bien es difícil hallar, a lo largo de la historia, otro hombre o mujer que reúna todas y cada una de las más bellas cualidades que se pueden tener: integridad, consecuencia, lealtad, solidaridad, hermandad, amor, pasión, amistad, valentía, humildad; resulta imprescindible entender que son características inherentes al ser humano y, por lo tanto, están al alcance de cada uno de nosotros. Ernesto Guevara no es un cuento. No es un dios.
Claro que es complicado. Seguro que tuvieron que ver el contexto, su personalidad, su propia historia. Pero no se trata de copiarlo. Porque uno se copia cuando no sabe. Pero nosotros, o por lo menos muchos de nosotros, sí sabemos. Conocemos qué son esos valores y lo que significan. Sabemos que son principios capaces de hacer una revolución. Porque él y otros tantos nos lo enseñaron.
Hubiera sido imposible salvarlo de su "primera muerte" porque, como nos demostró, la vida de un verdadero revolucionario está al servicio de La Revolución y es sólo una chispa más del fuego libertario. Pero todavía estamos a tiempo de rescatarlo de la segunda, que sería la verdadera y última.
El primer hombre nuevo ya nació. Bienvenidos los próximos. Sólo con ellos llegaremos al "mundo nuevo", equitativo y feliz. Al mundo Socialista.
1 comentarios:
Compañeros, no creo que la imagen sea una segunda muerte del CHE. Me parece que a pesar de ser un producto, esa imagen tan vendida, del mismo capitalismo, logro que mucho sector de la juventud al ver esa "mochila", esa "remera", todos esos productos con su cara llego a meterse en su idelogia y conocerlo mas y saber que esa imagen es una fiel "mierda" de lo que el queria enseñarnos.
Asi, quizas errado, lo veo yo
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