General Motors

Por Alcira Argumedo
Candidata a diputada nacional por Capital Federal


Durante casi un siglo solía decirse “lo que es bueno para la General Motors es bueno para Estados Unidos”. El gigante de la producción automotriz fue hasta hace menos de dos años la mayor empresa de este rubro en el mundo, hasta que la japonesa Toyota ocupó ese lugar: fue poco tiempo antes del derrumbe de Wall Street y de la quiebra de esa corporación que, entre otros países, tiene en Argentina una filial.

En la base de la actual crisis mundial, se encuentra la descomunal concentración y polarización de la riqueza, exacerbada a nivel nacional e internacional durante las últimas décadas por la globalización neoliberal y una reconversión tecnológica salvaje, basada en el desplazamiento masivo de trabajadores. Se trata de una crisis de sobreproducción por carencia de demanda, en tanto el 30% de la población más rica del planeta concentra el 94% de los ingresos; y ese 30% constituye un mercado excesivamente estrecho ante el incremento de la productividad generado por las tecnologías de avanzada, junto a la emergencia de nuevas potencias productivas como India y China.

Sin analizar en profundidad otros aspectos que convergen en el estallido de la crisis, bajo toda evidencia la única posibilidad de superarla es promover una redistribución en gran escala de la riqueza social. No obstante, la tendencia predominante ha sido el apoyo del Estado a las grandes corporaciones y bancos, incluyendo procesos de estatización para garantizar su sobrevivencia, que se combinan con una racionalización empresaria basada en el despido de trabajadores, como es el caso de Estados Unidos. En ese contexto, presenciamos en nuestro país una situación paradójica: ANSES ha otorgado, a través del gobierno, un préstamo de doscientos millones de dólares a la filial argentina de la General Motors, con el fundamento de evitar el despido de sus trabajadores. Como es sabido, más del 80% de de los jubilados y pensionados en Argentina cobran el mínimo de $ 730, lo cual los sitúa bajo la línea de pobreza; pero en vez de recibir un aumento como parte de las necesarias políticas de redistribución de la riqueza, se han transformado en banqueros indirectos que otorgan préstamos a la otrora gigantesca corporación automotriz.

¿Será que en este mundo raro ahora “lo que es bueno para la General Motors es bueno para los jubilados argentinos”?

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