Randazzo y un mal comienzoPor Mario Mazzitelli
Secretario General del PSA en Proyecto SurEl pasado 9 de julio la Presidenta sostuvo: “Es hora de discutir una profunda reforma política”. Hemos saludado esa intención. Ocurre que discutir es abrir un diálogo; y a partir del mismo definir dos cuestiones: una, a dónde queremos ir con la reforma y dos, cuál es el mejor camino.
Nosotros nos hemos definido por “una democracia participativa, con rotación en los cargos públicos, cuya ética impida tergiversar el mandato popular expresado en un programa de gobierno y con mecanismos ágiles de consulta, cuando se trata de temas estratégicos”. Esto es una democracia con el máximo de libertad; donde todas las voces sean respetadas; donde se garantice para todos el derecho a elegir y ser elegido; donde nadie sufra discriminación por razones económicas, sociales o culturales; donde la máxima participación, en sus distintas variantes, garantice el máximo de riqueza de una democracia en estado de superación.
El Ministro Randazzo, en cambio, siguiendo la línea expresada hace pocos días por el ex-presidente Duhalde y a la que el gobierno parece haber escuchado con atención, quiere un sistema bipartidista. Bipartidismo que se quiere imponer desde hace muchos años y que en nuestro país no funciona. No, al menos, cuando se toman parámetros sobre la evolución social, económica, sanitaria, ambiental, de vivienda, educativa, tecnológica y científica, calidad del Estado y Soberanía Nacional, y se lo compara con otros países. El fracaso del bipartidismo es estruendoso; más allá de que todavía no haya surgido una alternativa superadora de recambio.
Lo que no debería hacerse es cosificar este sistema impidiendo que se expresen y participen fuerzas alternativas. Los diversos sectores, expresiones de nuestro pueblo, también quieren ser escuchados. Y si no lo hacen de una forma porque el sistema se lo impide, empobreciendo así la capacidad de expresar lo diverso que debe tener la democracia, buscarán otras maneras.
El Ministro elige el camino de la discriminación bipartidista. Atilio Bleta, en el Clarín de hoy, señala: “En el oficialismo están pensando en poner restricciones y limitar la participación de los partidos que consiguen pocos votos. En Interior piensan en un piso de 3% de votos en la primaria para poder acceder después a participar en la elección general”. Si fuera sobre el padrón electoral, en las elecciones generales del pasado 28 de junio solo 4 fuerzas superaron el 3% en la Ciudad de Buenos Aires, 4 también en la provincia de Buenos Aires, 3 en Santa Fé, 4 en Córdoba, 3 en Mendoza, 4 en Tucumán, etc. Si tomáramos a la Argentina como distrito único tendríamos 3 ó 4 fuerzas, 2 de las cuales tendrían el mismo color político. Si el gobierno cree que esto va a mejorar la calidad institucional de la República, que lo vaya sabiendo: esto es un desastre.
Cualquiera puede imaginar las dificultades para alcanzar ese caudal en una interna. De esta manera, se pretenden dejar sin participación incluso a terceras o cuartas fuerzas. Un disparate.
Por otra parte, si se plantearan obligatorias para toda la población, la campaña debería ser tan masiva como la general, estaríamos duplicando los gastos de campaña. ¿Los aportará el Estado incluso para aquellos partidos que tienen lista única?
El gobierno pretende hacer una selección artificial favoreciendo a los partidos grandes (a los que se le perdona todo) en detrimento de los medianos y pequeños (sobre los cuales se intenta hacer caer todo el rigor de la Ley).
La línea de razonamiento sería la siguiente: hay muchos partidos políticos y el problema son los pequeños. Si esto fuera cierto, los responsables de la crisis serían los partidos chicos. Es más, cuanto más chicos más responsables. Falso.
Resulta también sorprendente que el gobierno justicialista encuentre en la Ley de internas abiertas, simultáneas y obligatorias la solución al orden político. Obsérvese que esta norma, con el número 25.611, fue elaborada durante el mandato del Dr. De La Rua, en 2001, un año después fue suspendida por el gobierno del Dr. Duhalde, para ser definitivamente eliminada en 2006 por el gobierno justicialista del Dr. Kirchner. Treinta meses después descubre el oficialismo que aquello con lo que no cumplimos y desechamos por inútil era la panacea del sistema político.
Algo no funciona bien en el razonamiento oficial.
¿Cómo puede ser que hace pocos años atrás, siendo Florencio Randazzo el Ministro de Gobierno de Felipe Solá en la Provincia de Buenos Aires, me entregara en mano un importante folleto a favor del voto electrónico, y hoy sostenga que es “poco confiable”?
Mientras la tecnología avanza el actual Ministro del Interior atrasa. El voto electrónico se va a imponer más tarde o más temprano. Países grandes y avanzados lo aplican. Nadie vuelve al pasado. ¿Por qué entonces no avanzar en los estudios y los consensos necesarios para aplicarlo en el más breve plazo?
Randazzo aceptó sin chistar las candidaturas testimoniales. Aceptó que no se respetara la Ley adelantando arbitrariamente la fecha de las elecciones nacionales. Acepto, además, todo tipo de tropelías a la hora del financiamiento de algunas fuerzas sin hacer investigación alguna; tampoco denuncias.
Lamentablemente esto le resta autoridad a la hora de elaborar la agenda sobre reforma política.
El financiamiento es el principal tema a abordar. Tiene solución, pero no hay voluntad política de cambiarlo. Y no la hay porque es el medio a través del cual el Poder Económico cohabita en el manejo del Estado con el Poder Político.
Abordaremos, luego, el tema con mayor profundidad; por ahora decimos que la solución pasa por prohibir los aportes privados y que el 100% de los aportes para el funcionamiento institucional de los Partidos Políticos, así como los recursos para el financiamiento de las campañas, provengan del Estado. De esta manera la inmensa mayoría de los argentinos, que pagan sus impuestos, saben que “los candidatos no le deben favores a nadie” y que su único compromiso es con los electores y el programa de gobierno comprometido.
Continuará.
Julio 12 de 2009