GOLPE Y REMINISCENCIAS

Por Facundo Bravo.

Es triste. La historia es violenta, sangrienta y dolorosa.
¿Cómo a un pueblo pueden arrancarle, de la noche a la mañana, al caudillo de su liberación?
A muchos nos recuerda a episodios oscuros de la historia de la Patria Latinoamericana, tan dolorosos, tan tristes como el de hoy.


Y es que al pueblo hondureño le escondieron, le llevaron a su líder. Si bien el proceso está vivo, a través de sus manifestaciones populares, parece como un intento más de matar a la Revolución Latina.
Mientras en la Argentina celebrábamos un nuevo acto democrático, el del sufragio universal, para elegir a nuestros nuevos diputados, en Honduras la cosa era bien distinta: horas antes de que abriesen las urnas en las cuales la ciudadanía optaría por el sí o el no en una consulta popular no vinculante ante la opción de que el presidente renovara su mandato, las Fuerzas Armadas de la Nación caribeña secuestraban al presidente Manuel Zelaya y lo enviaban a Costa Rica.
La causa es clara: Manuel Zelaya, si bien provenía de uno de los dos partidos tradicionales de Honduras (el Liberal), había optado, hace ya un año y medio porque su gobierno tomase un rumbo Socialista del Siglo XXI, lo cual desató un fuerte encono en la curia hondureña.
La excusa: la reelección no está predeterminada en la Constitución Nacional; lo cual dio origen a la reacción del Congreso Nacional, la Fiscalía General, el Tribunal Supremo Electoral y la Corte Suprema, que terminó pidiendo a las Fuerzas Armadas que depongan al presidente democráticamente electo. Al titular de uno de los gobiernos populares de Nuestra América Latina.
Bestias asesinas llenas de odio de clase, esos milicos de la oligarquía hondureña, igual que los cambas en Bolivia, como los monstruos que quisieron matar a Chávez el 11 de Abril de 2002, como los gusanos traidores que tantas veces intentaron quitarnos a nuestro Fidel.
Nada más. No hay mucho más por explicar. La información no sobra. Solamente debíamos escribir algo. Algo cargado de bronca, porque nos lo hicieron otra vez. De tristeza y dolor, porque no lo merecíamos. De amor: el mismo que nos impulsa a seguir luchando.

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